Sin ti, mi vida no sería igual (1)

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Piensa en un producto determinado, uno de esos que todos conocemos.

Forma parte de tu vida. Lo consumas o no. Está ahí, presente. Ha alcanzado ese nivel.

Ese producto solo necesita dejarse ver. Y no es barato llegar a esa presencia y mantenerla. Pero no tiene que contarte nada, el relato está construido, solo tiene que seguir ahí. En tu serie favorita, en el último taquillazo, cuando sales a dar un paseo o cuando vas al gimnasio; cuando en internet buscas cualquier cosa que no tenga que ver con ese producto.

Ese ordenador, ese móvil, ese refresco, esa ropa. Lo que usan y llevan tus personajes favoritos, de ficción o no ficción. Reconocerás el nombre. Ni eso: reconocerás el logo, sin necesidad del nombre. Sin darle importancia, sin pensar en ello. Creerás que no te afecta.

La presencia crea familiaridad. La familiaridad crea confianza.

Aunque te dé igual. Incluso aunque sepas que no es muy saludable o que tiene más de caro que de bueno. No es por lo que es, es el estar en tu vida, el parecer inevitable, imprescindible.

Pero tú no eres una multinacional.

Y seguramente quieres que la confianza sea real, basada en lo que ofreces.

No contar que eres bueno, sino demostrarlo. No parecer cercano, sino serlo. No parecer de fiar, sino que sepan que lo eres.

En ese caso tienes que construir esa confianza día a día con un sistema fiable, directo, personal y personalizado. Que acompañe y aporte. Que te haga ser parte de la vida de tus clientes.