Contacto

Siempre digo que una empresa tiene que «dar la cara», ser reconocible, ponerles rasgos profesionales y personales a las personas que la hacen posible.

Pues si hay que dar la cara, se da. Aunque en mi caso solo soy alguien que escribe y que entabla sus relaciones profesionales por el trato directo.

¿Por qué dedicarme a la palabra? ¿Por qué sostenibilidad? Porque me resulta natural.

Con veintipocos no fui testigo, sino parte activa de la reunificación alemana, viví la eclosión de un Berlín exultante y desbordante que se reinventaba una vez más y se recomponía tras una separación artificial y artificiosa. No es lo mismo saberlo, casi como anécdota de la historia, que conocer a personas que se criaron al pie de un muro.

Allí me desempeñé en toda clase de oficios, siempre con la mirada y la paciencia de quien vive para vivirlo y para contarlo. Y me dediqué a ofrecer talleres de lectura y escritura, a formarme como profesor de teatro y a dar clases particulares.

Y poco a poco me empapé de conciencia ecológica y de hábitos sostenibles.

Regresé a España, aunque no a mi Barcelona natal, y seguí con tareas similares, sobre todo a la enseñanza particular y a proyectos creativos. Hasta que la pandemia me hizo replantearme un oficio que siguiera vinculado a mis pasiones, pero me permitiera trabajar con libertad e independencia.